EL MUNDO
13 octubre 2011
La coñoplastia
Leo en el periódico que se ha puesto de moda la reducción de
labios vaginales, o sea achicarse el coño.
El
minimalismo se ha instalado entre las piernas de las
señoritas como una tenia y nos deja el pubis en nada, una cosa limpia de pelo y
estrecha de labios; un sexo al que le falta ya, en la desmesura, ponerle una
hoja de parra. A mí esto me parece una cosa estúpida, como todas las modas que
vienen de Londres, y no me voy a poner a estas alturas a bajar con el metro.
¿Se lo aconsejarán también los asesores a las candidatas como le han sugerido a
Rubalcaba que se haga moderno? El gusto por lo
estético se está llevando a extremos inconstitucionales, a ese punto en el que
uno se tumba en la camilla en medio de una brainstorming.
Cualquier día, por aburrimiento, alguien pide un graffiti en el bazo. Esta
cirugía labial, la coñoplastia, debería ser moda de
países del primer mundo, no de lugares como España, en los que hay un 75% de
probabilidades de que se te ocurra arreglarte la vagina
en la cola del paro, de charla con la Yesi. Dicen los
médicos que mayormente aparecen chicas con sexo de tamaño normal y que a muchas
se les enseña la puerta y a otras, directamente, se les pide cita en el
psicólogo. Lo normal sería operar a mujeres a las que con leggins
se les entiende todo, pero la mayoría sólo quieren sentirse admiradas, tal que
tuviésemos pensado aplaudir, o tener confianza en sí mismas, como si el coño
corto fuese un consejo de administración. Tantos años padeciendo al garitero
obsesionado con su pene, hibernándolo en alargadores de teletienda,
para este circunloquio. Con unos estirando y otras recortando pareciera que no
se va a llegar nunca. Los cirujanos se persiguen entre ellos mientras los
hombres asedian ganando centímetros a mujeres que los descuentan; mujeres que
en definitiva, siquiera simbólicamente, huyen.